Las equivocaciones más graves en el trabajo: Fallos Comunes

sábado, 25 de octubre de 2008 Alvaro Díaz 0 Comments

En el trabajo, es habitual y lógico que se cometan errores. Pero una cosa son esos fallos inevitables que no tienen una gran repercusión porque son fácilmente corregibles y que incluso sirven para aprender, y otra muy distinta esos otros que, por su gravedad, suponen un gran perjuicio para la empresa o para el propio prestigio profesional. En el mundo laboral se producen habitualmente una serie de conductas que, tarde o temprano, llevan a que un empleado sea despedido.

Según los expertos, los errores más habituales que pueden llevar al fracaso en la carrera profesional son los siguientes:

  • El exceso de perfeccionismo: aunque a algunos puede parecerles una virtud, el perfeccionismo mal entendido puede acarrear muchos problemas en el trabajo. ¿Cuáles son los hábitos del empleado perfeccionista? Se trata de un profesional fanático de las normas, lo que hace que en muchos casos sea lento y no cumpla las fechas de entrega. Detallista y ordenado en exceso, es capaz de no dar por concluida nunca una tarea. No aprecia la libertad en el trabajo y, por miedo a cometer errores, provoca cuellos de botella en su departamento.
  • Hablar más de la cuenta: en muchas empresas, la prudencia, la formalidad y el respeto a las personas siguen siendo las grandes virtudes de su cultura corporativa. Esto hace que no encajen ese tipo de personas a las que les encantan los cotilleos de pasillo, propagar rumores o destruir la reputación de sus compañeros. A este perfil de empleado no le preocupa exagerar o mentir. En algunos casos, suelen simular lealtad hacia la empresa, los jefes y los compañeros, pero lo cierto es que suelen buscar ventajas para usarlas en beneficio propio. Y, tarde o temprano, terminan por ser rechazados.
  • La excesiva sumisión: la antigua cultura empresarial del "ordeno y mando" ha pasado a la historia. Las empresas modernas buscan contratar a empleados creativos, innovadores y con iniciativa. Personas que, si no están de acuerdo con las opiniones y directrices de sus superiores, sean capaces de cuestionarlas y plantear críticas constructivas. Estas nuevas tendencias hacen que el antiguo empleado sumiso y obediente se quede cada vez más fuera de juego. Como recomiendan Herbert Fensterheim y Jean Baer en su libro "No diga sí cuando quiere decir no", en la empresa "hay que usar la asertividad", que consiste en utilizar un lenguaje positivo para modificar algo. Por ejemplo, ante un proyecto algo incorrecto, lo mejor es decir: "es bueno, sin embargo ¿no creéis que si incorporamos este otro elemento será mejor?".
  • La falta de eficacia: en una pequeña o mediana empresa resulta más difícil "escurrir el bulto" de los trabajos en equipo. Sin embargo, en las organizaciones de mayor tamaño las tareas y las responsabilidades se diluyen, y es aquí donde la figura del vago suele darse con más frecuencia. Holgazanea todo el día, sin centrarse en el trabajo. Esto provoca frecuentes problemas con sus compañeros, que tienen que asumir su trabajo.
  • Desmotivación indisimulada: no todo el mundo tiene por qué estar satisfecho con su trabajo o empresa. Pero lo cierto, según los expertos en recursos humanos, es que la falta de motivación es una actitud que no pasa desapercibida. Y limita mucho una carrera profesional en muchos aspectos: para conseguir un aumento salarial, un ascenso, mejoras en las condiciones de trabajo... Los empleados desmotivados se convierten en quisquillosos y amargados. Se quejan ante el más pequeño contratiempo. Creen que los demás "la tienen tomada con ellos" o que sus jefes les encomiendan las peores tareas. En definitiva, se ponen en el centro de la diana de cara a futuros despidos.
  • La ambición sin límites: los expertos califican a las personas como "reactivas" (no tienen iniciativa) o "proactivas" (aportan continuamente ideas nuevas). Lo ideal es el punto medio. El exceso de protagonismo, querer acumular todos los méritos del equipo y pretender escalar posiciones en la empresa a costa de los demás son actitudes que muy pronto harán que, tanto superiores como compañeros, vean como "trepa" a este trabajador. Las personas que actúan de esta manera suelen encontrarse con el tiempo aisladas y sin ningún apoyo dentro de la organización.
  • El trabajador individualista: según los especialistas, hay empleados a los que, por su comportamiento frente al trabajo, se les suele colocar la etiqueta de "lobos solitarios". Sus principales pautas de comportamiento son mostrarse seguros de sí mismos, hacer las cosas a su manera y expresarse de forma libre y desinhibida, ser muy críticos, desafiar continuamente la autoridad y trabajar mal en equipo. Aunque se trata de un perfil de trabajadores que también acostumbran a poseer importantes virtudes (les gustan los retos, son inteligentes, sinceros y muy exigentes consigo mismos), lo cierto es que no encajan muy bien en los grupos de trabajo, algo que muchas veces es un obstáculo insalvable para que su carrera profesional tenga un desarrollo positivo.
  • Amores de oficina: es cierto que los sentimientos son imposibles de controlar, lo que hace que las relaciones afectivas con compañeros de trabajo sean, si bien no generalizadas, sí bastante frecuentes. En principio, estas situaciones no deben ser ningún obstáculo para la carrera profesional, aunque hay casos concretos en los que sí pueden plantear problemas.
  • Hoy no voy a trabajar... ni mañana tampoco: hay empleados especialmente hábiles a la hora de buscar excusas para no ir a trabajar. Quien practica el absentismo reiterado puede pensar que con ello obtiene una ventaja (uno o dos días sin pasar por la oficina), pero a la larga está cavando su tumba profesional; hay empresas que incluso han recurrido a los servicios de detectives privados para acumular pruebas que justifiquen el despido objetivo del empleado.
Tomado de: www.consumer.es .

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