¿Tiene miedo a hablar en público? Sepa cómo superarlo
Dominar el temor que puede producir intervenir ante un grupo de personas es esencial para la carrera de un ejecutivo. La práctica es clave para vencer este problema.Uno de los retos más desafiantes para muchos ejecutivos es hablar en público. Y aunque esta debiera ser una habilidad innata para gran parte de ellos, lo cierto es que muchos preferirían evitar pararse frente a un grupo de personas y pronunciar un discurso.
Claro está que ocupar cargos gerenciales o directivos no va de la mano con poseer el desplante y la seguridad necesarias para dirigirse a una audiencia y cautivarla. Sin embargo, para quienes ejercen puestos de liderazgo, resulta primordial cultivar esta destreza y vencer el miedo a dirigirse a un grupo de pares, superiores o subordinados.
Las personas con miedo a hablar en público experimentan una gran ansiedad e inquietud, ya que, con frecuencia, piensan que tendrán una actuación deficiente, que el resto se dará cuenta de que su voz o manos están temblando, o que no podrán articular correctamente las palabras.
Pero, ¿qué pasa cuando los nervios paralizan, cuándo el público es tan importante que intimida al orador o cuándo la persona tiene grados de timidez que hacen de la experiencia de hablar ante el público un momento traumatizante?
Según la opinión de los expertos, hay técnicas que permiten superar exitosamente la prueba. Para ello, hay que tener en cuenta que siempre existen grados normales de temor o ansiedad, como los que enfrenta un jugador de fútbol cuando sale a la cancha, o un artista al subir a un escenario. Ellos, al igual que un profesional que tiene que exponer un plan de negocios, sienten que el corazón les late un poco más deprisa y que la respiración es más constante.
El doctor en Ciencias del Trabajo y académico de la Universidad Alberto Hurtado, Eduardo Abarzúa, explica que es normal que en estos casos las personas sientan una presión y mayores palpitaciones. “Con un buen manejo de la respiración eso se supera”, indica. Lo importante es que esa sensación no paralice, sino que prepare para la acción.
El experto puntualiza que hay que hacer una distinción entre la timidez, que a veces tiene raíces más profundas, y la ansiedad social que produce el hablar en público. Al respecto señala que esta última tiende a acabarse a medida que la persona va ejerciendo sus roles en el trabajo. Así, un recién egresado de la universidad se pondrá mucho más nervioso al exponer, que alguien experimentado, pero después de un tiempo ejercitándose, el temor tenderá a desaparecer. De no superar el tema, la persona podría sufrir de “fobia social”.
La experta del Instituto Tecnológico Autónomo de México (Itam), Gloria Robles, indica que además de la falta de experiencia puede afectar al individuo el “haber tenido una experiencia desagradable o haber hecho un poco el ridículo, hace que la persona se frene y evite repetir algo que le causó problemas o una sensación de fracaso o desagrado”.
Asimismo, señala que alguien que es introvertido o tímido “puede sentirse más cómodo interactuando con grupos pequeños y cara a cara”
La práctica hace al maestro. Hablar en público es una habilidad interpersonal muy necesaria actualmente, cuando muchas de las presentaciones al interior de una empresa se hacen en power point y un jefe debe influir en la firma no sólo por su autoridad, sino también por convencimiento o, incluso, por afecto.
“Es un vehículo de influencia”, define Eduardo Abarzúa. “Una destreza que es vital mientras más se avanza en la jerarquía de una empresa”.
Por su parte, la académica del ITAM afirma que “como para muchas otras cosas en el mundo de los negocios, en este caso se necesita desarrollar la competencia, lo cual requiere adquirir conocimientos leyendo bibliografía especializada, teniendo el deseo y la actitud de querer ser un buen orador, y desarrollar la habilidad a través de practicar y practicar”.
La experta agrega que es conveniente estudiar las características de la audiencia para estar preparados para cubrir sus necesidades, satisfacer sus expectativas y prever las respuestas que se hagan a las preguntas.
Asimismo, ayuda, “recibir retroalimentación acerca de nuestras áreas ciegas. Esta retroalimentación puede llevarse a cabo por los receptores a través de un formato preestablecido, por un experto o incluso por un colega”.
En esta misma línea, el experto de la Universidad Alberto Hurtado enfatiza que “la receta es practicar, practicar y practicar”. En un comienzo puede ser en ambientes protegidos, con pocas personas. La idea es que con el ejercicio se vayan superando los miedos.
En cuanto a la presentación en sí, Abarzúa recomienda elaborarla en base a cinco a diez palabras. “La simpleza es bien relevante. Hay que iniciar y terminar las ideas en tiempos cortos”, explica. Para ello, aconseja identificar los temas que se quieren abordar, palabras claves sobre los que se basará la intervención, y en base a eso construir el mensaje”.
Indica, además, que es importante lograr un equilibrio entre la claridad de contenidos y la improvisación, no memorizar, establecer contacto con las personas, incluso el orador que está angustiado puede poner ese sentimiento al servicio de su presentación.
Cuando el miedo es más fuerte. Abarzúa señala que cuando hay temor de hablar en público se deben “identificar esos fantasmas terroríficos e ir despejándolos”, pues el detectar cuáles son las cosas que intimidan contribuye a minimizarlas.
Por ello, lo menos recomendable es que el temor inhiba la práctica, pues si una persona deja de presentarse ante audiencias, lo único que logrará es aumentar el terror.
El experto recomienda asistir a coaching o cursar estudios que permitan superar el problema, pues la mayoría de los programas ejecutivos incluyen el tema de las habilidades directivas, donde preparan a los alumnos para intervenir ante distintos grupos.
Sin embargo, hay quienes necesitan otro tipo de tratamiento. Gloria Robles apunta a que “algunas personas sufren de fobia social, lo que les provoca un miedo intenso al enfrentarse a un grupo”.
En este contexto, aconseja acudir a un especialista “cuando el miedo se convierte en pánico y paraliza a la persona, al grado de que evita hablar en público o se angustia tanto que le da taquicardia, suda en exceso o siente que se puede desmayar”.
Estos síntomas corresponden a un ataque de pánico, que se trata con psicoterapia y medicamentos recetados por un psiquiatra, y no precisamente al miedo que provoca hablar en público, algo que tal como señalan los expertos, puede controlarse y practicarse.
La conducta de hablar en público no se hereda ni se recibe genéticamente, sino que se puede aprender y mejorar. Por ello, basta con predisponerse a una actitud positiva y a tener la confianza y seguridad de que el grupo de personas presente en la sala, tendrá el interés suficiente y estará dispuesto a escuchar e interactuar con el orador.
Claro está que ocupar cargos gerenciales o directivos no va de la mano con poseer el desplante y la seguridad necesarias para dirigirse a una audiencia y cautivarla. Sin embargo, para quienes ejercen puestos de liderazgo, resulta primordial cultivar esta destreza y vencer el miedo a dirigirse a un grupo de pares, superiores o subordinados.
Las personas con miedo a hablar en público experimentan una gran ansiedad e inquietud, ya que, con frecuencia, piensan que tendrán una actuación deficiente, que el resto se dará cuenta de que su voz o manos están temblando, o que no podrán articular correctamente las palabras.
Pero, ¿qué pasa cuando los nervios paralizan, cuándo el público es tan importante que intimida al orador o cuándo la persona tiene grados de timidez que hacen de la experiencia de hablar ante el público un momento traumatizante?
Según la opinión de los expertos, hay técnicas que permiten superar exitosamente la prueba. Para ello, hay que tener en cuenta que siempre existen grados normales de temor o ansiedad, como los que enfrenta un jugador de fútbol cuando sale a la cancha, o un artista al subir a un escenario. Ellos, al igual que un profesional que tiene que exponer un plan de negocios, sienten que el corazón les late un poco más deprisa y que la respiración es más constante.
El doctor en Ciencias del Trabajo y académico de la Universidad Alberto Hurtado, Eduardo Abarzúa, explica que es normal que en estos casos las personas sientan una presión y mayores palpitaciones. “Con un buen manejo de la respiración eso se supera”, indica. Lo importante es que esa sensación no paralice, sino que prepare para la acción.
El experto puntualiza que hay que hacer una distinción entre la timidez, que a veces tiene raíces más profundas, y la ansiedad social que produce el hablar en público. Al respecto señala que esta última tiende a acabarse a medida que la persona va ejerciendo sus roles en el trabajo. Así, un recién egresado de la universidad se pondrá mucho más nervioso al exponer, que alguien experimentado, pero después de un tiempo ejercitándose, el temor tenderá a desaparecer. De no superar el tema, la persona podría sufrir de “fobia social”.
La experta del Instituto Tecnológico Autónomo de México (Itam), Gloria Robles, indica que además de la falta de experiencia puede afectar al individuo el “haber tenido una experiencia desagradable o haber hecho un poco el ridículo, hace que la persona se frene y evite repetir algo que le causó problemas o una sensación de fracaso o desagrado”.
Asimismo, señala que alguien que es introvertido o tímido “puede sentirse más cómodo interactuando con grupos pequeños y cara a cara”
La práctica hace al maestro. Hablar en público es una habilidad interpersonal muy necesaria actualmente, cuando muchas de las presentaciones al interior de una empresa se hacen en power point y un jefe debe influir en la firma no sólo por su autoridad, sino también por convencimiento o, incluso, por afecto.
“Es un vehículo de influencia”, define Eduardo Abarzúa. “Una destreza que es vital mientras más se avanza en la jerarquía de una empresa”.
Por su parte, la académica del ITAM afirma que “como para muchas otras cosas en el mundo de los negocios, en este caso se necesita desarrollar la competencia, lo cual requiere adquirir conocimientos leyendo bibliografía especializada, teniendo el deseo y la actitud de querer ser un buen orador, y desarrollar la habilidad a través de practicar y practicar”.
La experta agrega que es conveniente estudiar las características de la audiencia para estar preparados para cubrir sus necesidades, satisfacer sus expectativas y prever las respuestas que se hagan a las preguntas.
Asimismo, ayuda, “recibir retroalimentación acerca de nuestras áreas ciegas. Esta retroalimentación puede llevarse a cabo por los receptores a través de un formato preestablecido, por un experto o incluso por un colega”.
En esta misma línea, el experto de la Universidad Alberto Hurtado enfatiza que “la receta es practicar, practicar y practicar”. En un comienzo puede ser en ambientes protegidos, con pocas personas. La idea es que con el ejercicio se vayan superando los miedos.
En cuanto a la presentación en sí, Abarzúa recomienda elaborarla en base a cinco a diez palabras. “La simpleza es bien relevante. Hay que iniciar y terminar las ideas en tiempos cortos”, explica. Para ello, aconseja identificar los temas que se quieren abordar, palabras claves sobre los que se basará la intervención, y en base a eso construir el mensaje”.
Indica, además, que es importante lograr un equilibrio entre la claridad de contenidos y la improvisación, no memorizar, establecer contacto con las personas, incluso el orador que está angustiado puede poner ese sentimiento al servicio de su presentación.
Cuando el miedo es más fuerte. Abarzúa señala que cuando hay temor de hablar en público se deben “identificar esos fantasmas terroríficos e ir despejándolos”, pues el detectar cuáles son las cosas que intimidan contribuye a minimizarlas.
Por ello, lo menos recomendable es que el temor inhiba la práctica, pues si una persona deja de presentarse ante audiencias, lo único que logrará es aumentar el terror.
El experto recomienda asistir a coaching o cursar estudios que permitan superar el problema, pues la mayoría de los programas ejecutivos incluyen el tema de las habilidades directivas, donde preparan a los alumnos para intervenir ante distintos grupos.
Sin embargo, hay quienes necesitan otro tipo de tratamiento. Gloria Robles apunta a que “algunas personas sufren de fobia social, lo que les provoca un miedo intenso al enfrentarse a un grupo”.
En este contexto, aconseja acudir a un especialista “cuando el miedo se convierte en pánico y paraliza a la persona, al grado de que evita hablar en público o se angustia tanto que le da taquicardia, suda en exceso o siente que se puede desmayar”.
Estos síntomas corresponden a un ataque de pánico, que se trata con psicoterapia y medicamentos recetados por un psiquiatra, y no precisamente al miedo que provoca hablar en público, algo que tal como señalan los expertos, puede controlarse y practicarse.
La conducta de hablar en público no se hereda ni se recibe genéticamente, sino que se puede aprender y mejorar. Por ello, basta con predisponerse a una actitud positiva y a tener la confianza y seguridad de que el grupo de personas presente en la sala, tendrá el interés suficiente y estará dispuesto a escuchar e interactuar con el orador.
Tomado de America Economia.
0 comentarios :
Publicar un comentario